Siempre he considerado que mi trabajo en la rehabilitación de una fachada, entendida como restauración y como su mismo nombre indica, es la reparación de todos aquellos elementos que el tiempo, el uso o los agentes atmosféricos han degradado como para poner en riesgo la seguridad o la estabilidad de un paramento, voladizo, revestimiento, etc. Como acabado final, en muchos casos de este tipo de intervención, volvemos a aplicar una pintura, con lo que el aspecto definitivo nos debería devolver la imagen más o menos original del conjunto, sin modificar sustancialmente ni el color ni el tono general del edificio, su presencia, su identidad.
Sin embargo, en numerosas ocasiones me he encontrado con propietarios individuales o comunidades de propietarios que, precisamente aprovechando que se realiza una intervención general en la fachada, lo que quieren precisamente es todo lo contrario, cambiar el color, modificar el aspecto original, por aquello del cansancio de ver siempre lo mismo, por innovar, por cambiar, vaya. En ese momento, de repaso de normativas que normalmente ya proponen cartas de colores o limitaciones a la creatividad de vecinos (y técnicos), empieza el debate que propongo como título a esta entrada. Y de qué color pintamos la fachada?
Aún con las restricciones propias de ordenanzas municipales, el abanico de posibilidades (nunca me he encontrado una normativa que indique que se debe pintar con el color exacto original, entre otras cosas porque nadie lo sabe) es muy amplio y a mayor número de vecinos más posibilidades hay de que las propuestas sean variopintas, así que normalmente llega el momento en el que hay que poner un poco de orden y proponer dos o tres muestras que se sometan a votación "popular", entendiendo que las propuestas deben salir de los técnicos y no de los propios vecinos. Porque, en definitiva, se supone que nosotros tenemos un cierto control sobre colores, tonos y texturas, mientras que nuestros clientes raramente son del ramo (por cierto, estoy encantado cuando en una comunidad hay algún técnico por aquello del corporativismo y complicidad en temas como éste).
Y aunque se hayan restringido colores y tonos a opciones sensatas, la elección final depende de comerciantes, administrativos, abogados, mecánicos, jubilados del sector industrial...evidentemente con todos mis respetos a todos ellos, pero sin ningún tipo de formación y normalmente influenciados por alguna otra fachada del entorno "que ha quedado muy bien, ergo la pintamos igual", aunque la otra fachada sea verde pistacho o azul eléctrico...
Mi pequeño homenaje a las votaciones para escoger el color de mis fachadas y a todos los vecinos, especialmente a los que al final declaran "pues por mí, lo que diga el técnico..."
Las imágenes corresponden a una reciente intervención en el Maresme de un edificio de un único propietario, con cambio sustancial en el aspecto final.
Saludos policromáticos.
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