Por todos lados, de lunes a viernes, el picoteo del martillo neumático, el agudo estruendo de la máquina de corte, el runruneo de la hormigonera...y hasta algún piropo de algún operario. El ruido de fondo urbano que pasa a ser habitual en los cascos urbanos de cualquier población y que delata la proximidad de unas elecciones.
Obras a veces reivindicadas desde hace años, otras que no ha reivindicado nadie pero que se realizan en zonas estratégicas del centro o de barrios con muchos posibles votantes, siempre a última hora y, lo peor, parece que ya todos estamos acostumbrados. Ya es habitual oír o participar de los comentarios de la gente (perdón, los votantes) dando por hecho que éstas o aquellas obras se hacen porque vienen elecciones, o sea, que muchas (no digo todas) no dejan de ser actos políticos que se mezclan con actos de presentación de candidatos, programas electorales, promesas...
En cualquier caso, sin discutir si éstas obras son o no necesarias o si realmente sirven para mejorar algo, obras que se hacen porque se acaba el tiempo, posiblemente el mandato, y hay que vender imagen. Obras que se podrían haber planificado con más tiempo, que podrían estar ya acabadas o en funcionamiento, pero claro, podrían estar ya olvidadas y tendrían poco sentido electoral.
Obras para hacerse la foto con el candidato...
Pero tranquilos, ya queda poco para volver a escuchar el ruido de fondo habitual del inevitable tráfico, el trinar de los pajaritos, el mar o las risas de los niños, dentro de nada ya habrán pasado las elecciones y todo volverá a la normalidad.