En España se habla de digitalización, de eficiencia energética y de la necesaria rehabilitación de edificios como motores de futuro. Sin embargo, hay un obstáculo que pocas veces ocupa titulares, pero que se deja sentir en cada obra: la escasez de mano de obra cualificada en la construcción.
El fenómeno no es nuevo. Desde la crisis de 2008, miles de trabajadores abandonaron el sector buscando horizontes más estables. Muchos no volvieron. Y ahora, con la reactivación del mercado y el empuje de los fondos europeos para rehabilitación energética, nos encontramos con un vacío difícil de cubrir.
Oficios que desaparecen
Albañiles con experiencia, encofradores, yeseros, instaladores especializados… oficios que antaño se transmitían de padres a hijos o de maestro a aprendiz, hoy resultan cada vez más difíciles de encontrar. Las escuelas de formación profesional ofrecen plazas, pero la demanda por parte de jóvenes es muy baja. La construcción arrastra una imagen de dureza, precariedad e inestabilidad que la hace poco atractiva.
Consecuencias directas en la obra
El impacto es evidente:
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Plazos que se alargan porque no hay suficiente personal para acometer fases clave.
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Costes crecientes, al encarecerse el precio de ciertos oficios escasos.
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Pérdida de calidad, cuando se cubren huecos con personal sin la formación adecuada.
Los arquitectos técnicos lo vemos a pie de obra: cuadrillas incompletas, rotación continua y una dependencia creciente de subcontratas que, en ocasiones, llegan desde fuera de nuestras fronteras.
Un reto generacional
El problema es también demográfico. La edad media de los trabajadores de la construcción supera los 45 años. Mientras, los jóvenes apenas se incorporan. La brecha se agrava con la velocidad con la que avanzan las exigencias técnicas: rehabilitación energética, instalaciones domóticas, materiales sostenibles… No basta con "mano de obra", hace falta mano de obra cualificada.
¿Y la solución?
Parte de la respuesta pasa por dignificar el sector. Ofrecer estabilidad, condiciones laborales justas y una imagen renovada que muestre la construcción como lo que es: un motor económico, una profesión de futuro y un oficio que combina técnica, tradición e innovación.
El reto es enorme, pero también lo es la oportunidad. Si conseguimos atraer y formar a una nueva generación de profesionales, no solo resolveremos la carencia actual, sino que reforzaremos el papel de la construcción como columna vertebral de nuestra sociedad.
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