Después de haber acabado el libro MAS ALLÁ DEL CRASH, de Santiago Niño Becerra, donde se exponen los datos económicos previos y previsibles de nuestra actual situación económica, me he hecho algunas reflexiones relacionadas con nuestro sector y con el inmatemático mundo de las finanzas.
Asumamos como cierto que, desde los primeros bocetos hasta el final de una obra acabada suele pasar por imprevistos propios de cada proceso constructivo, adaptaciones del proyecto a alguna normativa, anexos, prescripciones del ayuntamiento, requerimientos del promotor, ingenierías, técnicos, cambios de materiales, en definitiva, muchas variables e improvisaciones con afectación a la tesorería de la obra, y que, en consecuencia, nuestro sector se ha ganado en parte con razón una fama de poco exacto, de inmatemático.
Sin embargo, parece que los últimos años estamos viviendo como el mundo financiero, económico, de números, de excels interminables, de previsiones, de gráficos y decimales, nos ha pasado por delante. Se empieza a ver claro que, ni en nuestro país ni en otros, la crisis ha estado motivada por el boom de la construcción, sino por mecanismos financieros macroeconómicos que han permitido el incremento y la posterior caída del sector, arrastrando consigo familias, empresas y técnicos en base a la revalorización del suelo como técnica puramente financiera, o sea, irreal.
Y esa revalorización ha sido de manera casi exclusiva del suelo, de la intermeadiación, del comisionismo, de la ambición de algunos promotores, pero no del valor de la propia construcción, de los materiales, de los técnicos, de la mano de obra. Me parece que cuando se habla del boom inmobiliario, todo se relaciona con los pisos y las casas en concepto de edificación acabada, y no de la composición de ese precio, donde el factor suelo había escondido el potencial de hundir no sólo nuestro sector, sino el inmatemático mundo financiero que lo permitió y estimuló, para el beneficio de unos pocos.
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