viernes, 19 de diciembre de 2025

Cuando el proyecto se convierte en un expediente: proyectar frente a justificar

Cada vez es más habitual que un proyecto deje de ser, en esencia, un ejercicio técnico y constructivo para convertirse en un expediente administrativo. El tiempo que antes se dedicaba a pensar soluciones, detalles y procesos de obra, hoy se consume en justificar normativas, rellenar tablas, adjuntar certificados y adaptar el mismo proyecto a múltiples criterios interpretativos.

No es una percepción aislada: es una realidad compartida por muchos técnicos.

📂 El proyecto como suma de documentos

Un proyecto actual no se mide por la claridad de sus soluciones constructivas, sino por el número de anexos que lo acompañan. Memorias energéticas, estudios acústicos, justificaciones de incendios, accesibilidad, residuos, impacto ambiental, cumplimiento municipal, declaraciones responsables… Cada apartado es razonable por separado, pero en conjunto han convertido el proyecto en una carga documental desproporcionada.

El resultado es paradójico: sabemos que el edificio se construirá bien, pero dedicamos más tiempo a demostrarlo por escrito que a definirlo técnicamente.

🏗️ Menos oficio, más justificación

El arquitecto técnico siempre ha sido la figura que une el papel con la obra. Sin embargo, hoy se nos exige justificar hasta el último centímetro antes de que exista la realidad física que permita contrastarlo.

Donde antes se resolvía un encuentro constructivo con criterio y experiencia, ahora se requiere:

  • una tabla,
  • una ficha técnica,
  • un cálculo,
  • y, a menudo, una aclaración posterior.

La técnica ha pasado a estar al servicio del expediente, y no al revés.

🏛️ Interpretar la norma: el verdadero proyecto

A esta situación se suma un factor especialmente desgastante: la interpretación. No basta con cumplir la normativa; hay que cumplir la interpretación concreta del técnico municipal, del organismo de control o del departamento correspondiente.

Un mismo proyecto puede ser válido en un municipio y cuestionado en el de al lado. No por incumplir la norma, sino por interpretarla de forma distinta.

El proyectista deja de proyectar para convertirse en un traductor de normas.

⏳ El tiempo que no se ve

Todo este esfuerzo documental tiene un coste que rara vez se reconoce: más horas de redacción, más revisiones, más requerimientos, más retrasos. Y mientras tanto, la obra espera.

El cliente no entiende por qué “todo está correcto” pero nada avanza. El técnico asume responsabilidades crecientes, pero con menos margen de maniobra.

🧱 Recuperar el sentido del proyecto

El proyecto debería volver a ser lo que siempre fue: un documento técnico claro, comprensible y ejecutable. La normativa debe acompañar y proteger, no sustituir al criterio profesional.

Porque cuando el éxito de un proyecto se mide por la cantidad de justificaciones y no por la calidad de la solución, algo se está desvirtuando.

Proyectar no debería ser rellenar un expediente.
Debería seguir siendo pensar, decidir y construir con sentido técnico.

Etiquetas: proyectos, normativa, arquitectura técnica, burocracia, edificación, CTE, profesión técnica

No hay comentarios:

Publicar un comentario