En los últimos tres años, hablar de presupuestos de obra se ha convertido en un ejercicio de riesgo. Acero, hormigón, madera, aislamientos, incluso materiales tan básicos como los ladrillos o el yeso, han experimentado subidas constantes. La pregunta es inevitable: ¿estamos ante una oscilación coyuntural o ante un cambio estructural en el sector?
De la pandemia a la inflación: una tormenta perfecta
La pandemia tensionó las cadenas de suministro globales. Después, la crisis energética de 2022 disparó los precios del transporte y de la producción industrial. Y por si fuera poco, los conflictos internacionales han incrementado el coste de materias primas como el acero o el aluminio.
El resultado: incrementos acumulados de entre un 20% y un 40% en muchos materiales desde 2020.
Consecuencias en la obra real
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Presupuestos desfasados: proyectos redactados hace un año pueden nacer con desviaciones del 15-20% en el coste de ejecución material.
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Certificaciones tensas: promotores y constructoras discuten más que nunca la validez de precios y mediciones.
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Obras paralizadas: algunas comunidades de propietarios retrasan rehabilitaciones al no poder asumir el sobrecoste final.
El papel del arquitecto técnico
En este contexto, el arquitecto técnico se convierte en figura esencial:
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Revisar precios en fase de proyecto para evitar sorpresas.
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Actualizar presupuestos y certificaciones con rigor, documentando las variaciones.
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Medir con precisión: la exactitud en las mediciones es la mejor defensa frente a disputas económicas.
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Mediar entre agentes: explicando de forma clara qué parte de la subida es real y qué parte puede negociarse.
¿Qué nos espera?
Algunos analistas apuntan a una ligera estabilización en 2025, especialmente en acero y hormigón. Pero nadie prevé un retorno a los precios previos a 2020.
La construcción debe asumir que los materiales serán más caros y que los márgenes se estrechan. En este escenario, el oficio técnico —saber medir, prever, ajustar— será más valioso que nunca.
La obra siempre ha sido un ejercicio de economía real. Hoy, más que nunca, se necesita técnica, precisión y sensatez para que cada ladrillo colocado tenga detrás un presupuesto viable.
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